Las emociones no son buenas ni malas, una emoción que podemos percibir como mala puede darte el empuje para hacer algo que necesitas.
¿Qué es una emoción?
Una emoción es un sentimiento que surge cuando reaccionamos al ambiente, generando así un estado de ánimo, acompañado de reacciones físicas.
Estas reacciones físicas son involuntarias. Sin embargo, una emoción puede generar comportamientos observables que podrían ser controlables como gestos, lenguaje no verbal o expresiones faciales.
Tipos de emociones más comunes en las personas.
Las principales emociones que experimentamos las personas son.
- Alegría.
- Ira.
- Tristeza.
- Miedo.
- Sorpresa.
- Orgullo.
- Vergüenza.
- Culpa.
- Celos.
¿Qué diferencia existe entre emoción y sentimiento?
Los sentimientos pueden confundirse con las emociones, y aunque están ligados, existen diferencias. Los sentimientos generalmente no se generan en respuesta de un estímulo concreto, son más bien una reflexión sobre alguna situación que se presenta, es decir, que el sentimiento es la emoción pensada, tiene una intensidad menor y una mayor duración de tiempo.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Es la capacidad que todos tenemos de elegir la mejor opción de entre varias posibilidades, para solucionar un problema en específico. Este tipo de inteligencia, ha demostrado ser uno de los componentes más importantes en el éxito personal y profesional.
¿Cuántas historias no hemos escuchado de personas que no necesariamente tenían una gran inteligencia intelectual, pero tenían un alto nivel de inteligencia emocional?
Inteligencia intelectual vs inteligencia emocional.
Siempre se le ha dado mucho peso a la inteligencia intelectual, nos hemos preocupado por desarrollarla y le damos un alto valor a las personas inteligentes, y con nuestros niños nos hemos ocupado en hacer lo posible por fomentar una superioridad en el intelecto en relación con los demás y hasta nos enorgullecemos de eso.
No se le ha dado la importancia necesaria a la inteligencia emocional, y la hemos dejado en manos de los niños, como si ellos nacieran con la habilidad de manejar correctamente sus emociones, en lugar de orientarlos y enseñarlos a gestionarlas.
Urge implementar en las escuelas clases de inteligencia emocional y darle prioridad a que el niño sepa gestionar adecuadamente sus emociones, antes que los logros académicos. Si desde pequeños se hiciera ese trabajo con ellos, habría menos adolescentes con tantos problemas de integración, autoestima, problemas para relacionarse y tantos trastornos que los llevan incluso al suicidio. Incluso en la etapa de la adultez son muy comunes estos problemas debido a un mal manejo de emociones.
Si fuéramos más conscientes de que nuestras decisiones no están basadas en la parte lógica y racional, sino desde la parte emocional, pondríamos como prioridad desarrollar habilidades emocionales para entender nuestras emociones y las de los demás. Nuestros resultados son el resultado de nuestros pensamientos, que se conectan a la emoción, de ahí nos lleva a las acciones y luego se genera el resultado. Entonces, si cambiamos nuestros pensamientos, modificamos el resto y el resultado va a ser distinto, para lograr lo que nos propongamos tenemos que cambiar el discurso en nuestra mente, llevando los pensamientos hacia el objetivo que queremos lograr.
Algo digno de imitar que está surgiendo en muchas escuelas en el mundo, es que los niños inician su día laboral con una sesión de meditación, desde muy pequeños, se les entrena para conectar con ellos mismos y de esa manera ser conscientes de sus propias emociones. Con esta práctica se ha demostrado que los niños tienen un mejor control de impulsos y son capaces de canalizar sus emociones de una manera más sana.
¿Cuáles emociones son buenas y cuáles son malas?
Decíamos que las emociones no son buenas ni malas, una emoción que podemos percibir como mala puede darte el empuje para hacer algo que necesitas, por ejemplo, el miedo puede limitarnos o ayudarnos, puede servirnos para evitar alguna situación peligrosa y hacernos salir de ella, pero por otro lado, si experimentamos miedo y no está justificado o no te lleva a ninguna acción, va a dañar tu cuerpo, eso es el estrés, vivir con el cuerpo en estado de alerta, con el pulso acelerado y con esas reacciones físicas de manera prolongada, se convierte en un daño a la salud, produciendo enfermedades, que es el gran mal que padece la sociedad en la actualidad. La mayoría de las enfermedades que padecen las personas, son causadas por un mal manejo de emociones y se convierten en un círculo vicioso.
Sin embargo, el estrés es inevitable, y es saludable siempre y cuando actuemos al respecto y lo manejemos de una manera sana, haciendo lo que tenemos que hacer, es decir, actuando para solucionar la situación que nos está llevando a vivir el estrés, o a discernir, si no está en nuestras manos la solución y no depende de nosotros, entonces soltarlo, de manera sana.
Podemos utilizar las emociones negativas para canalizarlas en positivo. Si sentimos frustración, molestia, o decepción, pueden ser indicadores de que necesitamos generar cambios en nuestra vida.
Gestionar las emociones, se trata de buscar la emoción positiva contraria a la negativa que estamos sintiendo, si, por ejemplo, sentimos incomodidad, gestionamos esa emoción con la comodidad, si sentimos miedo, la convertimos en valentía, porque si nos dejamos dominar por el miedo, nos vamos a echar para atrás a la hora de que se presente un obstáculo cuando estemos persiguiendo nuestro objetivo. Si nos sentimos frustrados, tenemos que contrarrestarlo con la motivación.
Otra manera de manejar las emociones es a través de nuestras actitudes, las emociones se reflejan en la expresión corporal y el lenguaje no verbal, de igual manera, modificando nuestra postura, mirada y respiración, podemos cambiar nuestras emociones.
Manejo de emociones y su relación con la felicidad.
Se habla de la felicidad como algo extrínseco, algo que viene de afuera, sin embargo, es una decisión , que con constancia y disciplina se logra, se trata de la manera en que procesamos y reaccionamos ante lo que nos pasa, es decir, no es tanto lo que nos sucede, sino qué hacemos con lo que nos sucede, y esto se practica hasta convertirse en un hábito en el que después no nos cuesta trabajo ver la vida de cierta manera y reaccionar en forma positiva y asertiva, se vuelve parte de nosotros.
Así como tenemos que practicar y practicar para volvernos buenos en algo, es igual en el caso del desarrollo de la inteligencia emocional, hay personas que nacen con facilidad para gestionar sus emociones y hay otras a las que se les dificulta más, pero todos pueden trabajar para llegar a dominar las emociones. Todos tenemos la capacidad de dominar el manejo de emociones, es necesario adentrarnos en el tema, leer al respecto, tomar cursos, acudir a psicoterapia e irnos conociendo para identificar y saber nombrar primero las emociones y con la práctica llegar a dominarlas. Si las las reacciones que estamos acostumbrados a tener, no son las más sanas, necesitamos poner atención a ellas y modificarlas, de esa manera, no solo van a cambiar nuestros hábitos, también de manera indirecta vamos a afectar positivamente a los que nos rodean, y a la vez mejoran nuestras habilidades sociales, tendremos más empatía, seremos más conscientes de lo que los demás están pensando o sintiendo, entendiéndolos mejor y pudiendo tener relaciones más saludables y profundas.
Al desarrollar la inteligencia emocional también desarrollamos otras habilidades como la persistencia y la automotivación, nos volvemos más optimistas, generando pensamientos positivos, transformándolos a la vez en emociones positivas, con la capacidad de saber que fallar es parte del crecimiento y siendo persistentes vamos a conseguir los objetivos
Las emociones están diseñadas para guiarnos por la vida y no para dañarnos, para conectarnos y mantenernos motivados, y con la inteligencia emocional las emociones y sentimientos dejan de destruirnos y en cambio, nos convierten en mejores seres humanos.
Componentes de la inteligencia emocional:
- Autoconciencia.
- Autogestión.
- Motivación.
- Empatía.
- Habilidades sociales.
Autoconciencia. ¿cómo podemos mejorar la autoconciencia?
Siendo más reflexivos, cuidando los diálogos que mantenemos con nosotros mismos. Algo sencillo que podemos implementar como parte de la rutina diaria es evaluar ¿cómo fue mi día?, ¿qué áreas tengo que mejorar? ¿cómo me sentí con los eventos del día?, ¿cumplí los propósitos de mi día?, ¿reaccioné de manera adecuada a lo que me sucedió en el día?
Y respondiendo a todas estas preguntas, nos daremos cuenta en qué áreas de uno mismo se necesita trabajar, y tendremos la oportunidad de mejorarlas al día siguiente.
Autogestión.
Esto es, si ya nos conocemos y sabemos cómo reaccionamos y qué nos molesta, podemos regularnos a nosotros mismos, sabiendo controlar nuestros impulsos. Algo que ayuda mucho en esta área es la práctica del yoga o la meditación, nos ayuda a tener más claridad y a no dejar que nuestras emociones y sentimientos nublen nuestro juicio y podamos tomar decisiones y reaccionar de una manera más centrada y enfocada, sin reaccionar antes de pensar.
Motivación.
La motivación nos da un enfoque, tener un por qué y un para qué. Es el motor que nos mueve, nos da el empuje para superar los obstáculos que se nos presenten. Si no tenemos un proyecto de vida o un propósito, no vamos a saber para dónde ir.
Empatía.
La empatía tiene que ver con conectarnos con el otro. Tener la habilidad de ponernos en el lugar de alguien más y entenderlo desde su historia, vivencias y su perspectiva.
Habilidades sociales.
Nos sirven para establecer relaciones satisfactorias con los demás y conlleva el manejo de las emociones ajenas. Las personas con habilidades sociales siempre cuidan mantener emociones positivas en ellos mismos y en los demás y tienen cuidado de no fomentar emociones negativas.
¿Cómo desarrollar las inteligencias, o competencias emocionales?
Neuroplasticidad.
Tenemos 100 mil millones de neuronas, antes se creía que durante la vida iban muriendo las células progresivamente, ahora se ha determinado que eso no ocurre, las neuronas tienen la habilidad de regenerarse, a través de adquirir nuevas destrezas y habilidades.